La Región Andina de Colombia es la zona más poblada del país y la zona económicamente más activa de toda la cordillera de los Andes, con alrededor de 34 millones de habitantes; coincide con la parte septentrional de los Andes. Se orienta del suroccidente al nororiente, entre Ecuador y Venezuela. Dentro del territorio de Colombia se divide en tres cordilleras, Occidental, Central y Oriental, que dan lugar a numerosos valles, cañones, mesetas y un sistema fluvial cuyos principales ríos son el Cauca y el Magdalena.
Las tres Cordilleras tienen picos principalmente de formación volcánica de más de 4.000 msnm. La Central y la Oriental tienen picos de más de 5.000 msnm cubiertos de nieves permanentes. Muchos de estos volcanes son activos y han causado destrucción y muertes en el pasado debido a las explosiones de gas y ceniza como también a las avalanchas de hielo y lodo. Esta región recibe su nombre porque por toda ella lugar cruza la cordillera de los andes, además allí se encuentran también las cordilleras occidental y oriental.
La región andina posee la mayoría de los recursos hídricos del país así como las tierras más productivas para la agricultura. De su subsuelo se explotan petróleo, esmeraldas, sal y otras riquezas mineras.
Bogotá, Cali y Medellín, las tres más populares y económicamente poderosas ciudades del país se encuentran en la región andina. Cúcuta, con un importante desarrollo económico y su cercanía a Venezuela, Bucaramanga una ciudad que está muy avanzada en desarrollo industrial y social.
Luego están las ciudades del Eje Cafetero Pereira, Manizales y Armenia (las tres capitales del eje cafetero).
En la región Andina se encuentra más del 80% de los cultivos de café del país, distribuidos principalmente en el Eje Cafetero (Caldas, Risaralda, Quindío, Antioquia, Tolima, Cundinamarca y Norte de Santander).
Debido a la gran diversidad climática y la historia de los poblamientos, existen diferentes grupos sub-culturales en esta región. Entre los principales sub-grupos se destacan:
-Paisa
-Santandereano
-Opita
-Valluno
-Serrano
-Cundiboyacence
Es la cuna de uno de los géneros musicales más hermosos, el bambuco. Otros ritmos incluyen el pasillo, la guabina y el bunde.
La región Andina presenta una gastronomía diversa, según la ubicación geográfica se presentan diferentes platos típicos como: Eje cafetero (bandeja paisa, sancocho, chorizo); Cundiboyacense (ajiaco, derivados de la leche); Tolima y Huila (lechona, tamales, productos elaborados con maíz).
LA MOJIGANGA:
Es un género dramático menor del Siglo de Oro español. Consiste en un texto breve en verso, de carácter cómico-burlesco y musical, para fin de fiesta, con predominio de la confusión y el disparate deliberado, explicable por su raigambre esencialmente carnavalesca. Existen fundamentalmente dos tipos: las parateatrales, de inspiración más popular y carnavalesca, a veces con intervención de actores caracterizados como animales, y las dramáticas. Dentro de estos tipos, hay varias clases:
Mojigangas parateatrales sin argumento.
Mojigangas parateatrales con argumento.
Mojigangas dramáticas para Carnaval.
Mojigangas dramáticas para Cuaresma.
Mojigangas dramáticas para Corpus.
Mojigangas dramáticas para Navidad.
Mojigangas dramáticas para fiestas regias.
Con el tiempo la dimensión mojiganga desbordó los estrechos límites del género y acabó invadiendo el espacio del entremés barroco: la mojiganga entremesada es, a mediados del siglo XVII, la pieza dramática breve por excelencia. Entre los cultivadores del género destacan Pedro Calderón de la Barca, Vicente Suárez de Deza, Francisco Monteser, Alonso de Ayala y Manuel de León Marchante, entre otros. También cultivaron el género Francisco de Quevedo y Pedro de Quirós.
Las mojigangas dramáticas proceden de las mojigangas parateatrales y entroncan con la
Cultura cómica popular de la plaza pública. Son escenificaciones para época de carnaval o para determinados festejos de carácter profano y carnavalesco. Inicialmente pasaron a los tablados como baile, insertándose entre la segunda y la tercera jornada. Sus personajes son en buena parte los que encontramos en la plaza pública en tiempo de Carnaval o los que actúan por las mismas fechas en espectáculos cortesanos de la más pura tradición grotesca. Son también muestra de la realidad social de la época, estereotipada en los días de Carnaval.
La mojiganga es un espectáculo en la que se mezcla el entremés, la danza, y la música. Proviene de la boxiganga del siglo XVII, de elementos de la cultura popular autóctona y del teatro medieval. Tanto los cronistas, como el Padre Bartolomé de las Casas se referían a la mojiganga como el teatro misionero cuyo fin es la de evangelización.
El término, según Hugo A. Rennert, se usaba para denominar el teatro callejero compuesto por actores ambulantes y el entremés que acompañaba estas representaciones (Hugo A. Rennert, The Spanish Stage at the Time of Lope de Vega, New York: Dover, 1963, 295-6). En Hispanoamérica, la derivación del término se usó en 1637 referiéndose a una danza callejera durante los carnavales. En ella el mimo era más importante que la palabra y estaba protagonizada por actores que imitaban a animales, singularmente por uno que hacía de toro perseguido y burlado por varios actores y viceversa.
Aún en el siglo XXI se conserva en Algemesí, España, un espectáculo callejero llamado muixeranga, con música, danzas, trajes tradicionales y castillos humanos.
En México, en Zacualpan de Amilpas, Morelos, se realiza cada año una mojiganga con comparsas disfrazadas, algunas con ideas escénicas complejas, carros alegóricos, frecuentemente con temas religiosos y en ocasiones, gigantes bailables. La tradición de las grandes bandas de viento es muy fuerte en el estado de Morelos donde se encuentra esta población y siempre están presentes en las festividades un gran número de bandas. La fiesta se lleva a cabo todos los años, el último domingo de septiembre como parte de los festejos en honor de la Virgen del Rosario.
Lo mismo sucede en Tehuixtla Morelos Sólo que la fecha es el primer domingo de octubre, y es en esta ciudad donde la tradicción data de más de cuatrocientos años.
LOS RAJALEÑA:
El rajaleña fue un antiguo canto de los peones en las viejas haciendas del Huila y en él se utilizaba el coplerío regional y una tonadilla musical sencilla y elemental pero de gran originalidad en su modo de cantarse. Las coplas de rajaleña son generalmente picarescas y a veces se exceden en el doble sentido pornográfico como que eran improvisadas por campesinos rudos a quienes se encomendaba el trabajo de menor categoría en las haciendas o casonas de campo, esto es, el de “rajar la leña” para el consumo de las cocinas.
Estos peones, habitualmente muchachos que no servían para menesteres de más iniciativa y responsabilidad, improvisaban, mientras cumplían su monótona tarea diaria, cantas o coplas de burla a sus compañeros para amenizar el trabajo. Estas coplas, por razón de sus autores, se llamaron “coplas de rajaleña” o simplemente “rajaleñas”. Y todas las que resultaban de subido color se asimilaban a éstas aunque no fueran ya ideadas por los peones leñateros.
Podría aducirse otro argumento, quizá más valedero, de Pedro Henríquez Ureña, el maestro dominicano, en esta relación recogida y que data de 1.580: “Había en Santiago de Cuba dos o tres músicos tocadores de pífanos (variedad de flauta) con un joven sevillano Pascual de Ochoa, tocador de violón (hoy violín) que había venido de
Puerto Príncipe (Camagüey) con unos frailes dominicos y dos negras libres naturales de Santo Domingo, nombradas Teodora y Micaela Ginés, tocadoras de bandola. En 1598 una de ellas; Micaela, vivía en La Habana. Teodora quedó en Santiago de Cuba e inspiró la antigua canción en que se la nombra y cuya música tiene parecido con las viejas milongas argentinas. Se llama el Son de Má Teodora; ya dijimos que ella tocaba la bandola.
Hay una nota marginal que dice: “rajar la leña” equivale a “tocar en un baile”. Agregamos: así como nosotros decimos a los tiples y bandolas “palos” (con su palo y su bandola, dice el verso cubano) en forma despectiva, como en la frase común: “trajeron los palos?” que se usa entre nuestros músicos populares. “Leña” sería aún más despectivo y “rajarlos” sería pues “tocar mucho en ellos, sin consideración” y ya sabemos que los cordófonos sufren más frecuentemente el daño de rajarse por lo excesivo y descuidado del uso.
Esto podría indicarnos una procedencia dominicana o cubana para el aire “rajaleña” si lo derivamos de “rajar leña” como el acto de tocar cordófonos, porque las dos negras bandolistas eran dominicanas aunque vivieran entonces en Cuba.
Pero aunque sí pudiera hallarse algún parentesco entre la chacarera y los rajaleñas, el Huila está muy lejos de Santo Domingo y de la Argentina y resulta muy probable que de haberse derivado el aire huilense de un originario són dominicano, habría dejado señales evidentes a su paso por nuestro Litoral
Atlántico que tiene mayor afinidad con las Antillas que nuestro Departamento del sur. Sin embargo, el parecido del són mencionado por Henríquez Ureña con las milongas nos presentaría una influencia más lejana aún.
A pesar de todas estas sugerencias nos inclinamos más a creer en la tesis de los copleros de las haciendas del Huila que eran definidamente peones “rajaleñas” en sentido directo. En cuanto al aire folklórico podemos notar que tiene una estructura rítmica y melódica muy semejante a la de una vieja tonada que trajera, hace muchos años a Bogotá, el famoso requintista Felipe Sánchez y que sirvió de base al tema principal del bambuco “El Trapiche” de Murillo. Pero el ritmo del rajaleña es más acelerado y sincopado como que en él se nota de modo invariable la influencia del joropo llanero. Esto último es válido sólo para los rajaleñas (trovas) que llevan acompañamiento de Sanjuanero.
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